La pandemia de 2020 dejó al descubierto un sinfín de realidades y situaciones de lo más variadas. La crisis sanitaria, económica y social quedó plasmada en un universo de frentes a combatir pero, también, de posibles soluciones, búsquedas y hallazgos. No todo fue malo, o al menos conviene no pensar que todo fue así. Y para Gabriela Russo -autodefinida como “una optimista casi caprichosa”- y Pepe Ferraro el año que para casi todos quedó guardado en el cajón de los recuerdos que no se quieren volver a recordar, fue el año del resurgimiento. Quizás porque ellos ya habían aprendido a resurgir.
En el año de las oportunidades Gaby y Pepe crearon Biovid, que es una tienda online de vinos orgánicos, biodinámicos y naturales; pero también una idea, un concepto y una forma de transmitir aquello que para ellos fue -de la forma más literal que existe- un cambio de vida.
¿Cuándo ese cambio de vida se transformó en una idea para emprender?
Empezó como consumidores. Para comprar vinos teníamos que ir a distintas webs o lugares, ya sea una vinoteca online o una vinoteca física; y la idea fue tener un solo lugar donde conseguirlos. Está claro que esto es un negocio, pero para nosotros era vital que nuestro proyecto estuviera alineado con algo que nos entusiasmara, nos apasionara y nos interesara. Y si lo que queríamos era difundir un tipo de agricultura en este tipo de vinos, era fundamental que el consumidor pudiera conseguirlos en un solo lugar.
Para explicar a Biovid es necesario recurrir a tres definiciones. La primera es la de la agricultura orgánica que es, en resumen, la que se practica libre de herbicidas, pesticidas y fertilizantes. Para poder certificar a una plantación de vid como orgánica se limita mucho la cantidad de sulfitos y de los diferentes químicos que se le pueden poner a los vinos para estabilizar la acidez, por ejemplo. La segunda definición es simple, pero necesaria: los vinos naturales no tienen ningún tipo de intervención, y la fermentación final se hace en la botella, no en barricas, por lo que no hay dos vinos iguales. Y la tercera es toda una historia en sí misma, el link preciso con el que conectan Gaby y Pepe.
El concepto de biodinamia fue introducido por Rudolf Steiner, el filósofo austríaco creador de la pedagogía Waldorf, de la euritmia y de la medicina antroposófica. Steiner proponía ver a las fincas como un todo complejo, en el que se forma un círculo virtuoso independiente de elementos externos, integrado por plantas, animales, el suelo y los astros. “Muchas veces se intentó descalificar a la biodinamia relacionándola con lo esotérico, pero no tiene nada que ver con eso”, dice Gaby.
La historia de la historia
En 2017 Gabriela dejó, después de 20 años, su trabajo en relación de dependencia en una multinacional. “Uno tiene la fantasía de que es como un salto al vacío, y después te das cuenta de que no es tan así, que no se sabe muy bien qué hacer en ese momento”, dice. Lo que ella buscaba era esa oportunidad de hacer algo propio estuviera más alineada con el deseo, con lo que ella y Pepe querían explorar, con lo que les gustaba. Parece simple, ¿pero cuántas personas trabajan y viven de lo que realmente les gusta? Esa búsqueda llevó algo así como dos años.
Después de renunciar, decidieron viajar por la Argentina. Mendoza, Salta, San Juan y toda provincia que de alguna u otra manera estuviera relacionada con los vinos. Se interesaron en las bodegas, pero sobre todo en las más chicas, en saber cuáles eran, cuáles podían visitar y cómo cultivaban. Y ahí es donde aparece la agricultura biodinámica y orgánica, que estaba alineada a lo que ellos venían practicando en su vida cotidiana.
Desde hacía un tiempo que todas las verduras que pasaban por su casa eran orgánicas. Bárbara, su hija, además va a una escuela Waldorf, por lo que esa cuestión de la biodinamia ya resonaba y todo los fue llevando a la necesidad de promover y difundir la agricultura biodinámica, pero a través del vino. Y esa resonancia se venía amplificando desde 2013, cuando a Pepe le diagnosticaron Linfoma de Hodgkin.
“Un día de vacaciones Gaby me acaricia el cuello y descubre un pequeño globito. Y a partir de ahí todo fue in crescendo. Recibiendo información muchas veces errónea, pero que decía que podía ser algo grave”, dice Pepe. “Fue un cimbronazo”, dice Gaby. “Fue un sacudón, Barbarita tenía tres años, y un amigo nos dijo que conocía a una médica antroposófica, y nosotros ni siquiera sabíamos qué significaba eso”, agrega. Pepe siguió con el tratamiento tradicional en paralelo a este otro, que fue fundamental para cuidar sus órganos. Aquella médica se transformó en su médica de familia -un término casi en desuso hoy- y ahí es donde aparece la sugerencia de una escuela Waldorf. Y todo se empezó a alinear en ese sentido.
“Nunca se está listo para una noticia así”, dice Pepe, que nunca pensó lo peor aunque el linfoma era de grado 4, el más grave de todos. “Hoy atribuyo el haber podido salir al tratamiento tradicional, al apoyo de mi familia y a la medicina antroposófica”, dice sin titubear, aunque alguna vez dudó. Pepe viene del palo de lo racional, de la tierra, de “explicame bien cómo son las cosas”, por lo que tuvo que hacer su propio trabajo para aceptar estos cambios.
¿Y por qué creíste?
Hay que vivir el momento que viví. Si un año antes me hubieran mencionado el tema no hubiera tenido la misma predisposición al cambio, a intentarlo. Cuando te diagnostican semejante enfermedad uno abre las fronteras y escucha todo. Y me pareció una buena oportunidad. Hoy la historia suena distinta, pero yo seguramente a la primera consulta no fui convencido, pero sí pensé “esto mal no me va a hacer”, y al final me terminó haciendo muy bien.
Saber mucho más para intervenir mucho menos
En el mundo de los vinos orgánicos, biodinámicos y naturales circula una especie de mantra, tanto entre los que trabajan la tierra como en los que entregan el producto final: hay que saber mucho más para intervenir mucho menos. Y con Biovid en la cabeza Gaby y Pepe se interesaron en conocer qué había por detrás de cada etiqueta.
“La primera idea era que cada bodega pudiera contar su trabajo a través de alguna expresión artística en un evento. Estaba todo armado en marzo para empezar en abril -artistas, espacios que concordaran con el concepto, bodegas, chefs- pero por la pandemia, tuvimos que empezar por el final, y fuimos hacia una web con información, y que nos diera la oportunidad de ofrecer todos los vinos orgánicos, biodinámicos y naturales del país en un mismo lugar. Y no es fácil empezar un negocio online, menos aún en una época en la que las empresas de logística se vieron desbordadas”, dicen.
También dicen que no fue fácil convencer a las bodegas sin tener una página, o contactarse con ellas cuando tampoco tenían presencia en la web. Cuando se viene de otro palo -Gaby había trabajando en esa empresa durante 20 años y Pepe era productor de seguros- emprender es tan difícil como que no se sabe bien por dónde empezar, si por las bodegas, por la página para vender, por la logística o por dónde. “Argentina es difícil, pero la conexión y el entusiasmo recíproco que tenemos con las bodegas, por ejemplo, es emocionante”, dice Gaby.
Distinguir un vino industrial de uno biodinámico, orgánico y natural no es tan simple. “Es sólo para entendidos, pero aún así el auge de estos vinos a nivel mundial (y cada vez más a nivel local) hace que empiecen a ser muy respetados e incluso a obtener muy buenas medallas. Los expertos están diciendo que esto es distinto y se destaca”, dice Gaby.
¿Qué aprendieron?
Usamos mucho la palabra Vivificar. Creo que desde el que tiene las manos curtidas por trabajar la tierra hasta el que hace llegar un producto al consumidor final pueden aportar algo para vivificar y hacer de eso un círculo virtuoso. Y eso sucede en todos los ámbitos. La medicina antroposófica me enseñó que existe un médico que pone a disposición todo su saber al servicio del otro. Y que son más las personas dispuestas a abrir puertas que las que las cierran.
Por Leonardo Ferri – Twitter: @soyLeoFerri – para Diario La Nacion – 26 de Enero de 2021
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